La Orquesta de las Esferas no está en contra del entretenimiento, sólo si es falso, como puerta abierta a lo banal, y lo sé porque resulta que en sus obras hay entretenimiento del bueno a raudales: con ritmo y verdad. O sentimiento y asombro, como quiere Glen Vélez, aquel sensible maestro y pensador de tal elemento musical. Y también sus semejantes, Paul Winter o Steve Reich, como se puede percibir.
Si no hubiera ese ritmo cimbreante en cada track y la interpretación consecuente, con el acelerado latido de corazones anhelantes, el público escaparía. El ritmo aquí es belleza, es pulso, es el gancho con sensaciones de los integrantes tendidos hacia los escuchas. Quiero decir que, tal como la banda lanza la música, así se vive en sus discos.