Eran tiempos de épicas gigantes y del surgimiento de obras clásicas. Ésas que llevan a la inmortalidad por su capacidad de imaginar de la manera más genuina los asuntos de su época, de ver las cosas de una manera completamente distinta a todo lo que les ha precedido; por su atingencia por fijar el presente y que nunca se agotan por todo lo que tienen qué decir acerca del mundo.