Tal música es sinónimo de la falta de imaginación de unos sonidos de elevador o de peluquería para señoras que alcanzan sin lugar a dudas la categoría del kitsch, gracias a la excitación de las doncellas que reciben sus discos como regalo y a la de los temblorosos galanes que los obsequian. Lo que ellas y ellos no saben es que se dan el dudoso gusto con uno de los ejecutantes más falsos, vacuos y anodinos que ha dado la escena internacional.