"El primer sonido que escuchó el niño fue el sordo y rítmico bum-bum-bum-bum-bum de las manos sobre el mortero de madera", al moler el cuscús las mujeres de la aldea. Su bautizo africano se realiza acompañado por el sonido de los tambores y despierta de sus sueños infantiles al llamado del Tabolo. Para 1976, cuando se publicó Raíces, el paraíso negro del convencionalismo romántico estaba firmemente establecido como el Edén con un ritmo de fondo.