El terreno musical desde el comienzo de los tiempos ha tenido ejemplos en este sentido. De manera intrínseca en la música escuchada en 1968 existió el anhelo y el conocimiento de que el futuro siempre traería innovaciones y discontinuidades. Y aunado a dicho sentimiento la seguridad también de que las transformaciones esenciales acarrearían con ellas polémicas encendidas y censura, lo mismo que legitimaciones hacia los hechos sociales de los que fueran producto.