Las más se difuminan con el tiempo; otras permanecen, y de cuando en cuando por casualidades de la vida o de una carambola de la memoria y sus digresiones (como ver una película de Fassbinder, por ejemplo), volvemos a echarles un vistazo para sentir de nuevo aquellas emociones, sus nombres y su momento para ver si aprendimos algo o nada, y tal vez seguir tropezando con la misma piedra. Por fortuna, en ese aprendizaje hay una materia que nos acompaña como fiel bitácora para fijar imágenes y sentimientos idos o presentes: la música.