Basta que algo lo conmueva –puede ser lo más humilde, una cucharita de plata, una cajita con imágenes de otro tiempo, una sonrisa femenina entrevista por ahí, un pasador de mujer, un helado de limón, incluso—para que su mente se dispare y encuentre la luz en alguna música que fije aquello en su mente. Por ello la crítica lo ha llegado a situar junto a nombres como los de Jacques Brel, Leonard Cohen y Tom Waits. Tal vez porque –al igual que ellos-- es un clásico intemporal.