En los años sesenta, muchos jóvenes aficionados blancos al blues empezaron a coleccionar las obras de los maestros del country blues primigenio. Entre ellos estaba un muchacho apasionado, tímido, barroso y con lentes gruesos, que desde hacía algún tiempo ya tocaba la guitarra, y el cual se sentía solo e incomprendido en un mundo donde un purista del blues, como él, era obsoleto.
El rock (a través de sus distintas manifestaciones) nunca ha pretendido sostener una verdadera revolución, aunque en esencia la ha convocado y regularmente exhorta a la insurrección, a lo contestatario, a lo marginal, a ver el reverso de la moneda, a las preguntas desde otro punto de vista. Como todo arte (tanto en lo más conspicuo musicalmente como al ser una cultura viva y en desarrollo), no es más que el reflejo, la expresión de una realidad.