Un programa de Sergio Monsalvo C.
Equipo de Producción: Pita Cortés
Hugo Enrique Sánchez
Roberto Hernández C.
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De William S. Burroughs festejamos en el 2014 el primer centenario de su natalicio. Con su espíritu clarividente, cosmovisión definida y en sus distintos lugares de residencia, siempre ejerció como Sumo Augur —una práctica que a base de lucha les ha reservado la prerrogativa del Apocalipsis a los escritores desde siempre.
El pop de los años setenta sólo conjugó un verbo: edulcorar. Y lo conjugó como suele hacerlo el mainstream, la corriente más comercial: exageradamente. Lo hizo al arrullo de la única formación cuyo sustento exclusivo era ése: Carpenters.
El epíteto “supergrupo” comenzó a manejarse a fines de la década de los sesenta del siglo XX, como repercusión del disco Super Session (de 1968), ejemplo franco de esta naturaleza realizado por el trío formado por Mike Bloomfield, Al Kooper y Stephen Stills (que curiosamente y por injerencia del azar nunca tocó junto).
La tradición de protesta manifiesta en la música popular africana ha permeado al continente desde hace décadas. Igualmente, ha estado presente en las nuevas generaciones las cuales utilizan ahora el fuerte sonido de las guitarras eléctricas para sus manifiestos.
A lo largo de los años me he preguntado en diversas ocasiones ¿en qué disco o discos me gustaría vivir? Sí, dentro de él o ellos. Los motivos son totalmente subjetivos: por lo que me trasmiten y emocionan; por su ambiente, significado o el momento histórico en que se grabó; por el lugar donde se hizo; porque con él se inauguró un género o porque ahí se reunieron varios elementos por única vez, en fin, diferentes causas que masajean mi imaginación.
Si cualquier mitología se muestra en su forma exterior y literal como una serie de fábulas, se revelará como una sucesión de imágenes llenas de contenido. La unión entre rock y cinematografía ha dado lugar a decenas de películas que han contribuido a crear un género propio, con características únicas y cuyo desarrollo ha alcanzado dimensiones insospechadas a lo largo los años.
Dion, en su momento, fue el hijo predilecto del barrio: el “Rey del Bronx”, todo un ídolo juvenil, adorado por las damas, el orgullo italoamericano y la médula de las calles de Nueva York, con su mezcla de razas y credos, su desenfreno adolescente y callejero y su ambición vital tras la posguerra.
“¡Vamos a restituir el sexo al lugar que le corresponde!” Ésa fue la consigna que lanzaba el grupo británico Rockbitch al iniciar sus conciertos. Compuesto hacia el final de su existencia por seis mujeres, presentaba una combinación casi perfecta entre punk celta, goth metal, industrial y porno.
Cortázar fue un excelente guía que nos llevó con su aliento fantástico por el Metro parisino a las crepas de l\'Odéon, al restaurante universitario de Parc Montsouris, a los bares de la rue des Lombards, a los hoteles alrededor de Abbesses, a los cafés del Pont des Arts donde vimos nevar como niños encantados, tras nuestro primer encuentro. Sentados en un café reconstruíamos minuciosamente los itinerarios.
Del trabajo conjunto entre Lou Reed y Mick Ronson, más las salpicadas aportaciones de David Bowie, surgió uno de los discos más impactantes de la historia del rock: Transformer. El cual tras su aparición sería fundamental para el desarrollo de diversos estilos musicales, entre ellos el glam, que tendría al propio Bowie como uno de sus estandartes.
La emergente música del rock & roll nació con la imaginería del automóvil a mediados del siglo XX y fue el género que propagó dicho icono como guía para la realización de uno de sus fundamentos esenciales: la diversión (los otros eran la glorificación de la juventud, la celebración de la energía –incluida la sexual, of course--, y el odio hacia la educación formal e impositiva).
Como compositor, productor y arreglista, Willie Dixon se presentó siempre como una figura dominante del blues de Chicago desde los años cuarenta del siglo XX. Como parte de la compañía Chess supervisó, acompañó y muchas veces proporcionó material a las grabaciones de artistas como Howlin\' Wolf, Muddy Waters, Otis Rush y Magic Sam.
Un pintor crea arte con sus imágenes sobre el lienzo blanco; los músicos lo hacen en el silencio. Una sentencia plástica de la que hace gala la película Drive. Los mejores filmes siempre ofrecen diversas lecturas, perspectivas desde las que es factible extraer reflexiones acerca de cuestiones varias. Una de las tantas posibles para tal cinta es su mirada en relación con el amor.
Ray Davis fue, al frente del grupo británico de los Kinks, un imaginativo constructor de atmósferas que se ponían al servicio de la consistencia de sus personajes y con ellos comunicaba las necesarias dosis de hondura y verdad a las canciones que el cuarteto interpretaba, su verdadero reto como artista, ése que cuenta historias que hablan de lo que le pasa a la gente común y corriente, dándole voz a sus anhelos y perversiones.
¡Querido Julio Torri, qué grato ser público de imágenes que se mueven al ritmo delicioso del pedaleo! Abren con la fuerza de su tracción un concepto de adoración anatómica que mantiene latentes los guiños, las miradas directas sobre el abecedario de la piel y el íntimo aspecto del sueño libertino.
El año 2009 fue memorable por varias razones. Hace un lustro sucedieron cosas importantes para la cultura que empezaron como tendencias y hoy están más que consolidadas, para bien y para mal. La más incisiva, fue que el lenguaje de las redes sociales impuso --desde entonces-- el vocabulario escrito más usado durante el año, de manera global.
¿Qué es un disco clásico? El que se puede disfrutar durante toda la vida y siempre seguirá sorprendiendo y conmoviendo. Time Out, por ejemplo. Y dentro de él la pieza “Take Five”, para corroborarlo.
“Hotel California” es el primer track del célebre disco del mismo nombre de The Eagles. Es la descripción de un espíritu dañado. Deformado por el dolor de no saber su papel en el mundo, por la profunda duda. Otra de sus anomalías está en que la mayoría de la gente la califica como “bonita”, cuando en realidad es todo lo contrario o, más bien, posee la belleza de lo terrible.
La complejidad del mundo electrónico es uno de los signos de nuestro tiempo. En ella está ensamblado el paisaje sonoro de la fragmentación con el que se construye nuestra realidad en la actualidad. Esta sonoridad no describe un estilo musical sino un contenido, un valor auditivo. Y en ella no hay fundamentos estables ni directrices que acompañen al escucha a lo largo de un camino único.
Se me han muerto muchos héroes últimamente. Así que de vez en cuando decido cerrar los ojos para ver si ese azote abre un paréntesis. Y cuando los abro, Nick Lowe sigue todavía ahí, por fortuna. Él es ahora un tipo de sesentaytantos pero con el espíritu joven de los años cincuenta. Ya quedan pocos así.